No me creo que esté escribiendo esta entrada mientras la ciudad está cubierta de nieve. Bueno, siendo sincera, hace horas que la nieve dio paso al diluvio universal... pero estamos tan poco acostumbrados que prefiero pensar que todo sigue blanco y que los copos crujen al caminar. Tiene algo mágico, ¿verdad? Neo y Lola se lo han pasado pipa correteando por el hielo, rebozándose y sintiendo el frío bajo sus patitas. Es un día raro. Últimamente, todos lo son. ¿Por qué? , os estaréis preguntando... pues porque estoy cansada. No, más bien estoy agotada. Llevo semanas con tanto trabajo que me dan las tantas y por las noches no me tengo en pie. No os penséis que nadie me explota, es que soy demasiado exigente. Y que, cuando veo que las cosas salen, tiendo a querer más. No hablo de avaricia, sino de dar más de mí misma cada vez. Como veis, estoy en modo reflexivo, pero es que, para que entendáis el jaleo que tengo tanto en la cabeza como emocionalmente hablando: ayer anuncié la po