El arte de decir adiós
A nadie le gustan las despedidas. Creo que es algo demasiado humano. Aunque sea de una forma indirecta, siempre suponen una pérdida. Por eso nos cuesta tanto soltar, sea lo que sea, un trabajo, un proyecto, una idea, una persona, un lugar... Nos aferramos a todo aquello que un día defendimos con uñas y dientes, incluso cuando ya no tenemos fuerzas ni ganas para mantenerlo a nuestro lado. Decir adiós siempre es complicado. No me he vuelto loca. No voy a despedirme de vosotras hasta nuevo aviso, lo que sucede es que ha llegado el momento no solo de cerrar la última novela que he terminado, sino también de organizar el 2021 y escoger proyectos , lo que siempre indica que debo rechazar otros. Y, voy a ser sincera, la toma de decisiones me da dolor de cabeza. Soy de las que valoran hasta la saciedad cada pro y cada contra y, cuando por fin elijo y debo tirar para adelante, veo la sombra del arrepentimiento acechándome de vez en cuando. Nos han educado para creer que abandonar siempre supon