De pasiones y otras reflexiones

Cuando era pequeña, siempre estaba soñando. Y no me refiero a que me pasara la mitad del tiempo con la cabeza en las nubes, que también, sino que creía en poder cumplir todo aquello que deseara. Quise ser astronauta y tocar las estrellas; también cantante e incluso me arriesgué a escribir alguna letra que acabó en la basura (gracias a Dios). Pasé por la fase de profesora, de periodista de guerra y de imaginar mis novelas en los escaparates de las librerías cuando paseaba por la calle. Seguro que sabéis a lo que me refiero.


Sin embargo, en algún punto del camino a la madurez, eso se evaporó. Lo sustituí por objetivos que me mantenían los pies atados al suelo, de esos que parecen posibles y reales, olvidándome de todo lo demás. Hice lo que tocaba, dejándome llevar por una inercia que veía sensata y correcta. Estudié una carrera, aprobé con buenas notas, trabajé para ganar dinero los veranos y ahorré para poder seguir estudiando sin tener que sangrar demasiado a mis padres. Fui una buena chica. Fui lo que se esperaba de mí.
No obstante, un día me di cuenta de que esa no era yo. Menudo chasco, ¿verdad? Sucede poco a poco, algo va carcomiéndote por dentro, pero, pese a ello, no eres consciente hasta que una mañana abres los ojos y no te reconoces en la imagen que te devuelve el espejo. Es entonces cuando llegan las preguntas.

¿Qué es lo que he estado haciendo con mi vida? ¿Qué es lo que toca ahora? ¿De verdad quiero hacerlo? ¿Por qué, pese a que he ido consiguiendo más o menos los objetivos planteados, no soy feliz? ¿Qué me falta? ¿Qué he hecho mal? ¿Y si todo ha sido una pérdida de tiempo? ¿Cómo voy a tirar tantos años por la borda?

Abruma, lo sé. A mí me ocurrió. Fue como chocarme contra una pared y no ser capaz de continuar. Estaba estancada en mí misma, así que busqué la forma de salir de ese agujero y no medité demasiado las decisiones. Simplemente... me escuché y lo hice. Abandoné unos estudios que ya se alargaban años, puse un anuncio diciendo que regalaba todo el material de formación que guardaba sin pensar en el esfuerzo que me había supuesto conseguirlo (tanto personal como económico) y, cuando me deshice de él, decidí empezar de cero. No pedí opiniones; tampoco hubiera estado dispuesta a escucharlas en aquel momento. Solo necesitaba salir de ese camino que había dejado de hacerme bien y encontrar otro que encajara para mí. Abrí un documento de Word y entonces lo comprendí. Todo cobró un sentido diferente. No os voy a engañar, las cosas no iban muy bien; mi tienda no funcionaba como debería y la salud no me acompañaba, pero... desde aquel instante en el que me reencontré con un sueño perdido, respiré mejor. Y en eso consiste, ¿no?
Nunca pensé que mi vida daría un giro radical y se convertiría en esto, pero os juro que fue algo secundario. Solo necesitaba encontrar algo por lo que me brillaran los ojos, como le explicó Bruno a Jimena en Caótica Jimena. Esa pasión, ese algo que te hace feliz y que es tan parte de ti que nunca deberíamos olvidar.

Ya lo dice La M.O.D.A. en una de mis canciones favoritas: Hay un fuego dentro que nos guía desde niños, hay un fuego y será vuestro peor enemigo, no sé dónde va a llegar, no sé si seré capaz de no decepcionar...

Encontradlo. No dejéis que se quede en los recuerdos de una infancia que siempre nos parecerá más feliz. No permitáis que se seque ni os sequéis vosotros mismos. Da igual lo que la vida nos dé, está en nuestra mano seguir soñando despiertos.



Comentarios

Entradas más populares

Detrás del telón... TE ESPERO EN EL FIN DEL MUNDO

Polos opuestos

Valiente Vera, pequeña Sara.